Tras miles de muertes y contagios en los países más desarrollos, el coronavirus comienza a llegar a países en vías de desarrollo con frágiles sistemas de salud, augurando unas terribles consecuencias. Hoy, Día Mundial de la Salud, queremos recordar la enorme necesidad de un esfuerzo global para crear y fortalecer sistemas de salud público y universales en todo el mundo que no excluyan a nadie, especialmente a las personas más vulnerables.
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Tras haber dejado más de 70.000 fallecidos y cerca de un millón y medio de casos detectados y colapsar los sistemas de salud de países desarrollados de Asia, Europa y América, la pandemia de COVID19 comienza a llegar a diversas regiones del mundo en vías de desarrollo. Su avance imparable y sus altas tasas de transmisión hacen temer –y mucho- las consecuencias que vaya a tener en el continente africano, donde están los países con los sistemas sanitarios más débiles del mundo, o en los países de bajos ingresos en Asia Central y América Latina, donde las desigualdades en el acceso a la salud son enormes.
En muchos países de estas regiones existen condiciones sociales adicionales para agravar la crisis, como una red de atención primaria deficiente, enormes carencias de infraestructuras, equipamientos o personal sanitario, vulneraciones de derechos en el acceso a la salud o la sobrepoblación. Hay demasiadas zonas donde existe dificultad, incluso, para las labores más básicas de prevención como lavarse las manos: en África subsahariana, por ejemplo, apenas un 15 por ciento de la gente tiene acceso regular a suministro de agua y jabón.
Además, el coronavirus supone y supondrá una enorme carga adicional para los débiles sistemas sanitarios y economías que siguen lidiando sin demasiado éxito con enfermedades desde hace décadas. Epidemias como la tuberculosis –la enfermedad respiratoria más letal del mundo: mata a 1.5 millones de personas al año- la malaria, el dengue o el VIH/sida. El colapso de estos sistemas sanitarios supondrá que la atención médica no esté disponible para estas –y muchas otras- enfermedades, y que servicios básicos de tratamiento o vacunación, o las cadenas de suministro de medicamentos, se vean interrumpidos.
El miedo a que la Covid-19 suponga un retroceso en los avances conseguidos para estas pandemias durante las últimas décadas es enorme. El virus atacará con mayor crudeza a poblaciones vulnerables de esos países afectadas por estas enfermedades respiratorias, como la tuberculosis, o inmunodepresoras, como el VIH. Y lo hará especialmente en aquellos que viven con alguna de estas enfermedades sin saberlo, debido a la falta de herramientas de diagnóstico disponibles a través de los sistemas de salud sin recursos. La OMS, por ejemplo, estima que el 40% de los casos de tuberculosis del mundo están sin detectar.
Cobertura Universal de la Salud, una prioridad
Ante esta perspectiva, la comunidad internacional y los gobiernos del mundo deben aumentar sus esfuerzos para financiar y a fortalecer los sistemas sanitarios de todos los países, especialmente de los menos desarrollados, y comprender que solo de esta manera se podrá combatir globalmente y de manera efectiva una pandemia como la actual o como las que, seguro, llegarán en los próximos años.
Un esfuerzo y una inversión, además, que se corresponden con los compromisos adquiridos en Naciones Unidas para los Objetivos de Desarrollo Sostenible: alcanzar la cobertura universal de la salud; es decir, asegurar que todas las personas del mundo reciban los servicios sanitarios de calidad que necesiten, con acceso a medicamentos y vacunas seguros, eficaces y asequibles, sin discriminación económica o administrativa. Sin dejar a nadie atrás.
En el caso concreto de esta pandemia, donde todavía no existe una vacuna y los tratamientos se encuentran aún en fases de ensayo clínico, hace falta un esfuerzo para acelerar que todo el conocimiento y las tecnologías resultantes de las investigaciones estén disponibles como bienes públicos globales, sin monopolios y a precios asequibles, para asegurar que sean accesibles a todas las personas que lo necesiten, incluyendo a las que viven en los países con menos recursos.
Y no basta con esto. Teniendo en cuenta que la mayor parte de investigaciones se están llevando en países de altos ingresos, es poco probable que respondan a las necesidades o requerimientos de los países en desarrollo. Y deberían. Como advierte el DNDi, que ya tiene un proyecto en este sentido, los enfoques y herramientas para prevención ideadas para ciudades como Bangkok o Berlín no serán válidos para Lubumbashi o Lilongwe.
Un ejemplo claro de la importancia de la universalidad de la salud
La importancia de sistemas de salud sólidos y universales, incluso en los países más desarrollados, se hace evidente con el caso de EEUU en donde hoy existen más de 350.000 casos diagnosticados y 10.000 muertes. La inexistencia de una sanidad pública y universal, añadida a una tardía reacción política, hace temer también sobre las terribles consecuencias que tendrá el coronavirus allí.
No es noticia: millones de estadounidenses evitan las visitas al médico por temor a los costes que puedan acarrear. Además, cada año más de medio millón de personas se declaran en bancarrota por no poder afrontar los elevados gastos médicos de sus enfermedades. Hablamos de un país donde cerca de 28 millones de sus ciudadanos no cuentan actualmente con seguro médico, a los que se suman 11 millones de personas migrantes indocumentadas.
Aunque a día de hoy se ha conseguido que los test de coronavirus sean gratuitos para toda la población, un análisis reciente advierte de que un ciudadano americano sin seguro médico hospitalizado por coronavirus podría tener que llegar a pagar facturas de hasta 75.000 dólares. Para los asegurados, y dependiendo de su plan, esos costes podrían acercarse a los 40.000 dólares.
Son muchas las voces en este país que claman por crear un sistema de salud universal, una política que, como defiende un equipo de epidemiólogos de Yale en un estudio publicado recientemente en The Lancet, de implantarse en EEUU, podría, cada año, salvar 68.000 vidas y ahorrar 450 mil millones de dólares de los contribuyentes.
A pandemia global, solución global
Quizá el mundo desarrollado entienda ahora lo que supone que una sola enfermedad colapse nuestro sistema sanitario -algo que países empobrecidos enfrentan a diario- y comprenda la necesidad de una respuesta global y coordinada.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) está liderando un esfuerzo global y ha creado el Fondo de Respuesta Solidaria para que individuos, corporaciones, fundaciones y otras organizaciones de todo el mundo puedan apoyar el trabajo de la OMS ayudando a los países más vulnerables a prevenir, detectar y responder a la pandemia de COVID-19, incluyendo la aceleración de los esfuerzos para el desarrollo de vacunas y tratamientos. Pero esto es solo un parche, que además pone de relieve la falta de apoyo económico suficiente por parte de los estados miembro que ha padecido la OMS desde hace años.
La respuesta global no debe ser puntual ni ceñirse a esta crisis. Hoy, Día Mundial de la Salud, la comunidad internacional y los gobiernos del mundo, inmersos en una crisis sanitaria sin precedentes desde hace décadas, deben recordar la necesidad de aumentar sus esfuerzos para aumentar el financiamiento y el fortalecimiento de los sistemas sanitarios de todos los países, para que sean sólidos, solventes y universales, y capaces de ofrecer servicios de calidad y asequibles a toda la población. Sin dejar a nadie atrás.