La semana pasada tuvo lugar en Nueva York, Estados Unidos, la Reunión de Alto Nivel sobre VIH/sida, en la que los Estados miembros de las Naciones Unidas adoptaron (no sin polémica) una nueva Declaración política sobre el VIH y el sida que, según ONUSIDA, es ambiciosa y alcanzable y con la que se pretende acabar con las desigualdades y estar en condiciones de poner fin al sida para 2030.
Para conocer lo que ocurrió allí y analizar la situación de la pandemia a nivel global hablamos con Florence Riako, directora de programas de la Red Mundial de Personas que Viven con el VIH (GNP +), con sede en Kenia.
Lo primero… ¿qué sensaciones tienes tras el fin del HLM sobre VIH? ¿La declaración política resultante es contundente? ¿Se han incluido los puntos que reclamaba la sociedad civil?
Me uno al sentimiento de muchas personas entusiasmadas con que los estados miembros de la ONU hayan podido adoptar la declaración política sobre el VIH y el sida. Creo que la declaración política se alinea ampliamente con las prioridades de la nueva Estrategia Mundial para el sida publicada por ONUSIDA a principios de este año. Aborda muchas de las necesidades urgentes para derribar las barreras estructurales como la discriminación, la desigualdad de género, la criminalización y la falta de financiación, así como temas sobre la exclusión de las personas que viven con el VIH, las poblaciones clave y otras poblaciones prioritarias vulnerables al VIH, incluidos los inmigrantes y las personas en zonas de conflicto y entornos humanitarios. Es emocionante observar que la declaración incluye el compromiso de eliminar la transmisión vertical del VIH y las ayudas pediátricas para 2025. Esto es fundamental para garantizar una generación libre del VIH y, en mi opinión, es una de las mejores cosas de la semana pasada.
Por otro lado, y creo que no nos sorprende que esto haya sucedido, el proceso que condujo al HLM y la adopción de la declaración política expusieron puntos de vista enfrentados que los estados miembros de la ONU tienen sobre ciertos temas, particularmente en torno a la igualdad, los derechos humanos y cuestiones en torno a la inclusión de poblaciones clave. Hubo muchas idas y venidas. Y, por primera vez en la historia, la declaración política sobre VIH no se logró por consenso: se adoptó mediante votación. Sin embargo, los votos fueron 165 a favor de la declaración política tal como está ahora, contra los cuatro de Rusia, Nicaragua, Bielorrusia y Siria.
Tras el HLM de 2016, la comunidad internacional lleva 5 años incumpliendo constantemente todos los objetivos de prevención, diagnóstico, tratamiento y financiación que se marcaron en ella, poniendo en peligro acabar con el sida como problema de salud pública en 2030. ¿Se espera que esta vez sea diferente, más aún, teniendo el foco en la Covid19?
No cumplimos con ninguno de los objetivos de 2020, pero creo que esta Reunión de Alto Nivel ha sido una oportunidad para que los Estados miembros y todos los actores de la salud global volvieran a comprometerse y revitalizarse para establecer el camino que nos lleve hacia el objetivo de acabar con el sida al 2030. Y ahora contamos con una declaración política que está muy alineada con la Estrategia Mundial de sida. Será importante que los gobiernos, donantes, socios técnicos, el sector privado, la comunidad y la sociedad civil alineen sus esfuerzos. Necesitamos un liderazgo fuerte y compromiso políticos, particularmente en torno a cuestiones que abordan las barreras que mencionaba antes y que, a día de hoy, siguen siendolas barreras principales para el acceso a los servicios de prevención y tratamiento del VIH. Necesitamos compromisos para financiar y capacitar a los equipos de respuestas y programas dirigidos por las comunidades, que sean transformadores respecto a los derechos humanos y los enfoques multisectoriales. Tenemos que otorgar credibilidad al uso de la evidencia científica para orientar la respuesta al VIH y tenemos que ver estos asuntos financiados al 100% para alcanzar el objetivo final. Para que eso suceda, además, necesitamos mecanismos de monitoreo y rendición de cuentas potentes. Aquí, el rol de las comunidades debe ser central, porque debe mantener alineados a los gobiernos y a todas las partes responsables de lograr estos objetivos.
Hace unos meses el Fondo Mundial lanzaba unos datos muy preocupantes en la lucha contra otras pandemias en estos tiempos de la Covid19, y decía que en países de bajos ingresos de África y Asía las pruebas para diagnosticar el VIH descendieron un 41%. Se espera que la incidencia suba en los próximos meses. ¿La Covid19 va a suponer un aumento de las muertes por sida y echar por tierra años de avances?
La Covid-19 está ahora en el centro del mecanismo de respuesta de cada gobierno del mundo y, de muchas maneras, ha puesto de manifiesto las desigualdades e incapacidades de nuestros diversos sistemas de salud. Esto también se está presenciando a medida que muchas de nuestras intervenciones y programas sobre el VIH se ven afectadas. Creo que la Estrategia Mundial y la declaración política sobre el VIH tienen componentes para abordar las epidemias de VIH y Covid-19 y las dualidades del VIH y otras epidemias, nuevas o preexistentes. Sería fundamental que todo el trabajo que implica abordar el Covid-19 no se realice a expensas del VIH y todo el trabajo que hagamos ahora debe centrarse en mantener los logros ya obtenidos, asegurando que aceleramos lo que se necesita acelerar para acabar con el sida como epidemia para 2030. No podemos permitirnos el lujo de reducir las pruebas de diagnóstico, y no podemos permitirnos perder a personas que ya están bajo tratamiento. Y se necesitarán muchos esfuerzos, energías y recursos para mitigar lo que se perdió en 2020 y poder acelerar y avanzar.
El 5 de junio se cumplieron 40 años de la primera descripción clínica de casos de lo que, posteriormente, se denominó Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA). Se calcula que cerca de 40 millones de personas han fallecido de SIDA en todo el mundo; que hoy conviven con el VIH unos 38 millones, y que todavía se infectan cerca de un millón de personas anualmente y fallecen unas 700.000 por año. Tras tantos años, aún no existe una vacuna preventiva eficaz. Mientras, en apenas un año y medio hemos visto un desarrollo impresionante de vacunas, diagnósticos y herramientas para una pandemia nueva, con una inversión pública sin precedentes de los países más desarrollados. ¿Existe la sensación de que parece que unas enfermedades importan más que otras? ¿O las obvias diferencias entre ambas enfermedades son demasiado influyentes?
Creo que mirar esto solo desde la perspectiva del VIH y COVID-19 no sería práctico. Hemos visto el compromiso de abordar otras epidemias que vinieron después del VIH y de una manera más rápida. Por ejemplo, el ébola. Se ha avanzado mucho biomédicamente para abordar el VIH. Los problemas continúan estando en las desigualdades de acceso y las barreras persistentes de los impulsores sociales y estructurales de la epidemia. Los mismos problemas existen para Covid-19, ya que, según qué países, estamos asistiendo a niveles altísimos de desigualdad con el acceso a las vacunas o las pruebas diagnósticas.
Pese a todo… ¿podemos aprender lecciones de esta crisis sanitaria para mejorar el acceso a los tratamientos, diagnósticos y prevención del VIH? ¿Puede ser un desafío y, a la vez, una oportunidad?
Hay mucho que podemos aprender de la respuesta al VIH para abordar el Covid-19. El increíble trabajo realizado, todos los sistemas y las herramientas de diagnóstico y todas las infraestructuras que se han establecido para la lucha contra el VIH han sido muy útiles para abordar el Covid-19. El trabajo que existía en torno a las estructuras, en particular dentro de las comunidades, ha sido útil para crear conciencia sobre la prevención de la Covid-19, para la educación y para tratar los temores y conceptos erróneos de la población. Sin duda hay bastantes lecciones que aprender, especialmente respecto al hecho de que con liderazgo político podemos identificar de manera más rápida las soluciones para diferentes problemas, como ha pasado con las vacunas. Sin embargo, los desafíos y las experiencias siguen siendo similares a los del VIH. Las disparidades en el acceso a las pruebas, a la vacunación… Tenemos países en África que apenas han vacunado a más del 0,5 por ciento de la población. Mi propio país, Kenia, ha vacunado a alrededor del 2 por ciento de su población. Mientras, tenemos países casi completamente vacunados hasta el punto de incorporar políticas para ni siquiera usar mascarillas. Estas disparidades existen, las hemos visto con el VIH. Necesitamos equidad en términos de acceso a herramientas de diagnóstico para realizar pruebas de VIH o de infecciones oportunistas, como la tuberculosis, y hacerlo lo suficientemente rápido como para poder salvar vidas. Y necesitamos tratamientos con menos efectos secundarios y que lleguen al hemisferio sur.
En 2019, las poblaciones clave y sus pares representaron el 62% de las nuevas infecciones por VIH. Hablamos de trabajadoras sexuales, gays, bisexuales y otros hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, personas transgéneros, personas que consumen drogas y personas en prisión y otros entornos cerrados. ¿Será posible acabar con el VIH como problema de salud pública mientras estas poblaciones sigan estigmatizadas y sus derechos humanos denegados en tantos países?
No. No creo que sea posible acabar con el VIH si continuamos excluyendo a algunas poblaciones clave. Dentro de estas poblaciones también hay personas que viven con el VIH y, si no pueden acceder a los programas de salud, no veo cómo veremos el fin del sida. Porque continuaremos teniendo personas que no reciben tratamiento y que mueren por enfermedades prevenibles, y continuaremos teniendo personas que no acceden a intervenciones de prevención o pruebas para que puedan recibir tratamiento.
Además, el VIH afecta de manera desproporcionada a las mujeres jóvenes y las adolescentes, cuyos derechos y libertades también están coartados en muchos países y que experimentan desigualdades basadas en el género y en la violencia de género. ¿El fin del VIH pasa por el empoderamiento de las mujeres?
Por supuesto. Debemos abordar la igualdad de género para abordar los efectos desproporcionados del VIH en las niñas, adolescentes y mujeres jóvenes. Vemos que esto se da mucho en áreas en las que existen vulneraciones de los derechos de las mujeres a la información, al acceso, a la autonomía de elección… y a su existencia básica. Y vemos esta enorme desproporción también en áreas donde la violencia es muy alta o en áreas donde las normas culturales y religiosas no son muy progresistas y continúan poniendo a las mujeres en peligro respeto a la salud y a la economía social. Por tanto, no podremos avanzar en la lucha contra el VIH si no abordamos estos problemas.
Por último, y a modo de repaso: tras años de incumplimientos de compromisos, de financiación insuficiente, de desigualdades, de Covid19 y otras prioridades… ¿cree que alcanzaremos los objetivos de Naciones Unidas de 2030 y alcanzaremos de ver el VIH/sida como un problema de salud pública?
Creo que podemos alcanzar la meta de acabar con el sida para 2030. Hemos llegado muy lejos. Hay países que han alcanzado los objetivos de 2020 del 90-90-90 y algunos países del este y sur de África están cerca de hacerlo. Ahora tenemos la nueva declaración política y los objetivos de la Estrategia Mundial que se centran en alcanzar el 95-95-95. Podemos llegar. Tenemos los mecanismos para acabar con el sida. Tenemos avances en ciencia. Tenemos un tremendo progreso en las políticas a nivel mundial con el trabajo de la OMS para asegurar que los países puedan adoptar estas políticas y hacer posibles intervenciones que prevengan el VIH en todas las poblaciones, para garantizar que haya tratamiento y asegurar que cuando se use bien, tenga muy pocos efectos secundarios. Así las personas llegan rápidamente a la supresión viral, algo fundamental para reducir las nuevas infecciones. Ahora la gente sabe que si están sin carga viral no podrán transmitir el virus a nadie, y este es uno de los mayores logros para las personas que viven con el VIH y una gran motivación para seguir con el tratamiento. Tenemos mejores equipos de test y existen intervenciones en más lugares para acercar los servicios a las personas. Tenemos lo que necesitamos para llegar al final del sida para 2030. Lo que sigue siendo un problema son las barreras estructurales que continúan afectando a la forma en que las personas viven o se comportan y afectan a cómo reciben la atención sanitaria o a si se mantienen o no en tratamiento. Necesitamos disponer de recursos para garantizar que todas las intervenciones biomédicas lleguen a todos los que las necesitan, y necesitamos un compromiso político para abordar estas barreras estructurales.