Hace apenas unos días, el Fondo Mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria (el mayor organismo internacional de lucha contra las pandemias) publicó su informe anual de resultados que, previo a la llegada de la Covid19, denotaba cierta sensación de optimismo: 38 millones de vidas salvadas desde 2002, avances importantes en la lucha contra las tres pandemias, la recaudación de fondos más grande de su historia… Sin embargo, el Fondo Mundial avisa: la llegada de la COVID19 puede echar por tierra años de enormes avances, especialmente en los países de menores ingresos que son, generalmente, los más afectados por estas enfermedades.
Hoy hablamos con Françoise Vanni, directora de relaciones externas del Fondo Mundial, que analiza con nosotros el informe y nos cuenta los retos y peticiones que el Fondo Mundial está haciendo a la comunidad internacional para enfrentar a las pandemias, incluyendo la COVID19, de forma conjunta.
Françoise, en un primer vistazo, el Informe de resultados del Fondo Mundial denota cierto optimismo. ¿Había motivos para estar contentos?
El Informe de resultados de este año muestra lo que se puede hacer cuando se trabaja de manera colectiva, coordinada y con la participación de las comunidades; pero por otro lado dice que necesitamos movilizarnos ya si no queremos perder todo ese progreso en una cuestión de meses. Solo en 2019 se salvaron seis millones de vidas, lo que representa un aumento del 20 por ciento con respecto al año anterior. En 2019, además, se lograron avances extraordinarios frente a algunos de los mayores desafíos en la lucha contra las tres enfermedades.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo, en la reducción de las altísimas tasas de infección de VIH entre niñas adolescentes y mujeres jóvenes. También se ha acelerado el progreso en la búsqueda de personas con tuberculosis que antes no habían sido diagnosticadas (mientras más prolongado sea el periodo que una persona vive sin un diagnóstico, y más tarde el inicio del tratamiento, hay mayores probabilidades de que la enfermedad infecciosa se propague a otras personas y les provoque la muerte). Igualmente, se han abordado barreras de derechos humanos y de género a los servicios de salud, en particular para los poblaciones más vulnerables y estigmatizadas. Y se ha reducido drásticamente el costo de los medicamentos, lo que nos permite salvar más vidas.
Pero existe en el informe también, antes incluso de tener en cuenta la llegada de la COVID19, otra realidad: en los últimos años no se estaba haciendo lo suficiente por parte de la comunidad internacional para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible -firmados por Naciones Unidas- en 2030. ¿Se estaba volviendo al camino? ¿O seguíamos lejos?
Aún nos quedaba un largo camino por recorrer, incluso antes del impacto de la COVID-19. Sin embargo, terminamos el 2019 con muchos motivos para ser optimistas. Durante la conferencia de donantes de Lyon, el mundo se comprometió a aportar más de 14.000 millones de dólares, la mayor suma jamás recaudada por el Fondo Mundial, y la mayor recaudación de fondos para la salud global. Este éxito significó que pudimos aumentar asignaciones a los países en un 23,4% para el próximo ciclo de subvenciones de tres años, un gran paso que nos hubiera permitido encaminarnos hacia el objetivo de poner fin a las tres epidemias para 2030.
Y llegó la Covid19…
…y todo cambió. Los efectos colaterales de la COVID-19 amenazan con descarrilar décadas de progreso en la lucha contra el VIH, la tuberculosis y la malaria. No podemos permitir que eso suceda. El mundo debe invertir urgentemente para defender nuestro progreso colectivo, luchar contra la COVID-19 y salvar vidas.
¿Hay cálculos sobre los daños que pueda causar esta pandemia en la lucha contra las otras pandemias?
Modelos recientes de la OMS, ONUSIDA y el consorcio mundial contra la tuberculosis Stop TB indican que las muertes por VIH, tuberculosis y malaria podrían hasta duplicarse en el próximo año debido al efecto colateral de la COVID-19. Nuestros estudios indican que el volumen de pruebas del VIH se ha reducido en un 50% en algunos lugares y las notificaciones de nuevos casos de tuberculosis han disminuido hasta en un 75%, lo que podría conducir a un aumento de las nuevas infecciones. Los programas de prevención también se han visto afectados. Por otra parte, muchos países se han visto obligados a retrasar las campañas de distribución de mosquiteras, dejando desprotegidas a las personas más vulnerables a la malaria, como son los niños y niñas y las mujeres embarazadas. El personal médico y de laboratorio ha sido reasignado para luchar contra la COVID-19.
¿Qué está pidiendo el Fondo Mundial para hacer frente? ¿Cómo se usarían esos recursos? En el informe se aclara que, de seguir así, la organización se quedaría sin fondos de emergencia para este mismo mes…
Para proteger los avances en la lucha contra el VIH, la tuberculosis y la malaria y además impedir que la COVID-19 lo destruyera todo, el pasado mes de junio el Fondo Mundial estimó sus necesidades financieras en 5.000 millones de dólares. Desde marzo se han invertido más de 700 millones para responder a la crisis de la COVID-19. Pero a final de septiembre se nos acaban los fondos y hay que poner más dinero sobre la mesa porque la pandemia cuesta al mundo trillones. Sin fondos adicionales para combatir, los países no podrán continuar prestando servicios adecuados para los programas de VIH, TB y malaria; ni comprar equipos de protección personal para proteger a sus trabajadores de la salud, lo que pondría en riesgo sus vidas y contribuiría a la transmisión continua del virus; ni adquirir pruebas o tratamientos adicionales de la COVID-19 que son fundamentales para combatir el virus y salvar vidas.
¿Y es posible movilizar todos esos recursos en tiempos tan complejos como los actuales?
Los países de ingresos altos han destinado billones para ayudar a sus economías y sistemas de salud a combatir la COVID-19, pero los países de ingresos bajos y medianos no cuentan con estos mismos recursos. Solo el 1% de estos planes nacionales de rescate ayudarían a combatir la COVID-19 en los países más pobres y vulnerables y salvarían millones de vidas. Si no derrotamos la COVID-19 en todas partes, corremos el riesgo de que la COVID-19 se convierta en otra «pandemia residual» contra la que lucharemos en los países más pobres del mundo durante los próximos años. Nadie está a salvo hasta que todos estemos a salvo. Invertir en su resolución es la mejor inversión que puede hacer el mundo para evitar el coste que esta crisis está teniendo en todos los países: en los desarrollados y en los más pobres.
El informe insiste en que solo un esfuerzo global, entre los diferentes actores implicados, podría ayudar a financiar la brecha que la Covid19 puede dejar y seguir salvando millones de vidas. ¿Hay ya algún tipo de compromiso de la comunidad internacional?
La respuesta global a la COVID-19 se debe incrementar drásticamente. La alianza mundial conocida como Acelerador ACT (la cual busca acelerar el desarrollo, la producción y el acceso equitativo a las pruebas, los tratamientos y las vacunas contra el coronavirus una vez que estén disponibles) necesita 38.000 millones de dólares durante los próximos 12 meses, de los cuales se han recaudado menos de 3.000 millones, apenas el 6% de la cantidad necesaria.
¿Y cómo se usarían esos fondos? ¿Cuál es la estrategia?
La mejor estrategia que tenemos para luchar contra la COVID-19 hoy es hacer pruebas, rastrear y aislar. Para hacer esto, necesitamos urgentemente más pruebas y más material para proteger a los trabajadores de la salud y rastrear nuevas infecciones. En el caso de la malaria y la tuberculosis, es fundamental que los trabajadores sanitarios comunitarios puedan seguir yendo puerta por puerta con información, pruebas diagnósticas, mosquiteras y medicamentos. Si no tienen protección adecuada, pues o no van a querer ir o van a enfermar si van; ahí es donde se tiene que actuar inmediatamente. Si el personal sanitario enferma y se muere, se desploma totalmente el sistema, así que estamos insistiendo mucho en que no todo es tecnología al final; es tener a hombres y mujeres que presten estos servicios de prevención de salud.
¿Y si llega la vacuna? Las grandes potencias se están asegurando el suministro, pero… ¿qué pasa con el resto de países?
Hay que asegurar que el mundo, y particularmente los países más pobres y vulnerables, estén listos para cuando haya una vacuna disponible. Esto quiere decir contar con sistemas de salud fortalecidos (protegiendo tanto a los trabajadores de la salud como a los sistemas de abastecimiento y datos). También hay que tener en cuenta que una vacuna siempre necesitará estar acompañada por diagnósticos y tratamientos, así que hay que actuar sobre todos los frentes al mismo tiempo. Cuando la vacuna esté disponible hay que asegurar una distribución equitativa. Es mucho más justo, y también mucho más eficiente, vacunar a las personas clave en todos los países que vacunar a todas las personas en algunos países. Por esto, somos parte de ACT-A y trabajamos siempre muy de cerca con nuestros socios de salud global como GAVI, y otros.
Por último, y barriendo para casa: España llevaba desde 2011 sin donar al Fondo Mundial, pero en la anterior Conferencia de Donantes comprometió 100 millones para los próximos 3 años y un fuerte compromiso en mejorar los sistemas de salud de los países donde interviene el Fondo. ¿Qué se espera de la vuelta de España al Fondo? ¿Puede suponer una ayuda estratégica y no solo económica?
España ha sido y es uno de los donantes históricos más importantes. La apuesta del Fondo Mundial, la cooperación internacional, la inclusividad en las políticas públicas, que coloquen los derechos en el centro y se trabaje contra las desigualdades va muy en línea con la agenda española. Estamos muy orgullosos de tener un socio como España y esperamos fortalecer nuestra colaboración en los meses y años venideros.