La emergencia climática es ya una amenaza para la salud. Esa es una de las conclusiones del informe El impacto del cambio climático en la salud de las personas: de lo global a la experiencia en España que publicamos hoy. El documento profundiza en los efectos que el cambio climático tiene en la salud de la ciudadanía, poniendo el foco en las consecuencias de fenómenos climáticos extremos como las olas de calor, la contaminación del aire que respiramos o las enfermedades transmitidas por vectores (como el dengue o la malaria). Asimismo, analiza las políticas públicas en materia de cambio climático desde la perspectiva de la salud y reclama más ambición.
El informe advierte de que un incremento de 1.5°C en la temperatura global podría aumentar la mortalidad por exposición al calor en 350 millones de personas para 2050. Además, señala que las altas temperaturas agravan enfermedades crónicas, como las cardíacas, renales o pulmonares. Por otra parte, cada vez existe más evidencia sobre la relación entre altas temperaturas y olas de calor, y sus efectos en la salud mental. Así, se ha observado un aumento del riesgo de suicidios según aumenta la temperatura, la exacerbación de síntomas de la esquizofrenia o el aumento de ingresos hospitalarios y la mortalidad de personas previamente diagnosticadas con demencia durante olas de calor.
Las temperaturas extremas no afectan a todas las personas por igual. Las más vulnerables (como bebés, personas mayores o con condiciones previas de salud) y con menos recursos son quienes sufren especialmente los efectos del cambio climático y tienen menos medios a su disposición para adaptarse y reducir su impacto. Del mismo modo, los países de ingresos medios y bajos son también los más susceptibles a los efectos del cambio climático, pese a ser los que menos han contribuido históricamente al total de las emisiones.
La contaminación atmosférica, causada por estas mismas emisiones procedentes de la quema de los combustibles fósiles, es responsable de aproximadamente 21.000 muertes anuales en España y 300.000 en Europa. Por ello, representa otro grave riesgo para la salud, especialmente entre personas con enfermedades respiratorias y cardiopatías, así como en niños y mujeres embarazadas.
Las enfermedades transmitidas por vectores, como el dengue y la malaria, también suponen un enorme desafío: son causa del 17% de todas las enfermedades infecciosas y más de 700.000 muertes al año en todo el mundo. El informe alerta de que el cambio climático y el aumento de las temperaturas están cambiando los patrones y el comportamiento de los mosquitos, alargando sus temporadas de riesgo y llevándolos a latitudes y alturas del planeta donde, hasta hace poco, no habían llegado. Los datos más recientes de The Lancet Countdown muestran que en el sur de Europa el riesgo de brotes de dengue ha sido un 6.8% mayor en el periodo entre 2013-2022 que entre 1951-1960.
“La crisis climática es un problema de salud pública que necesita políticas más ambiciosas para reducir las emisiones producidas por los combustibles fósiles, ya que son la causa principal del cambio climático y de la mala calidad del aire, determinantes ambientales clave de nuestra salud”, afirma Vanessa López, directora de Salud por Derecho. “Los planes de adaptación, incluyendo los específicos de salud, deben fortalecerse y adecuarse a los contextos locales. Además, la acción climática necesita de una estrecha colaboración entre los departamentos de sanidad, transporte y energía para que haya una coherencia en las políticas y que sean mucho más contundentes que hasta ahora”.
La hoja de ruta
En el informe, detallamos qué políticas públicas deben ponerse en marcha urgentemente. Reclamamos que España abandone los combustibles fósiles y promueva las energías renovables. Esto implica compromisos concretos, como reducir las emisiones en un 80% para 2035 y alcanzar el 100% de energía limpia para 2040. En esa dirección van las acciones que promueven la movilidad activa, el uso del transporte público y la implantación de Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) o áreas de tráfico restringido. Por otro lado, se resalta que todas estas medidas estarían incluidas en la nueva directiva europea de calidad del aire, que está en sus fases finales de aprobación, para la que pedimos a la Administración una rápida implementación en su versión más ambiciosa.
Asimismo, señalamos que la salud debe ser una prioridad en el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático y que deben fortalecerse los planes específicos de adaptación de salud, que incluyen estrategias en materia de temperaturas extremas, enfermedades transmitidas por vectores y protección de las personas más vulnerables. También destacamos soluciones que están siendo adoptadas en ciertas regiones y deberían expandirse, como aumentar la superficie verde en áreas urbanas, diseñar espacios saludables, crear refugios climáticos o las denominadas zonas azules (lagos o fuentes).
Finalmente, en el capítulo de recomendaciones, instamos a impulsar los procedimientos migratorios y de asilo necesarios para garantizar los derechos de las personas que migran por la crisis climática, que no dejan de aumentar debido a los peligros que causan la creciente intensidad y frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos.
“El impacto del cambio climático en la salud ya es una realidad respaldada por evidencia científica suficiente para que se actúe con urgencia. Sabemos que, sin autoridades comprometidas y medidas efectivas, nuestro bienestar se verá gravemente afectado desde ya”, afirma Vanessa López. “Necesitamos una acción coordinada y decidida, tanto a nivel nacional como en el marco de la Unión Europea, para enfrentar esta crisis con la seriedad que merece».
Si quieres descargar el informe, puedes hacerlo aquí: