Hasta la llegada de la Covid-19, la tuberculosis era la enfermedad infecciosa más mortal del mundo. A día de hoy sigue enfermando cada año a más de 10 millones de personas y matando a cerca de 1.5 millones. Unas cifras estremecedoras si tenemos en cuenta que es una enfermedad que se puede prevenir y curar.
Sin embargo, se trata de una enfermedad que es prevenible y curable. Pero ante la falta de financiación y de voluntad política, los países más afectados son incapaces de “encontrar” a todas las personas con tuberculosis. Más de 3 millones de personas al año contraen la enfermedad sin saberlo y sin recibir el tratamiento adecuado, poniendo su vida en peligro y pudiendo contagiar, cada una de ellas, a otras 15 personas al año.
Hace falta más I+D. A falta -inexplicablemente- de una vacuna, los tratamientos existentes son en muchas ocasiones tóxicos e ineficaces, e inaccesibles para muchas personas: más de la mitad de las personas diagnosticadas no pueden pagar los medicamentos que necesitan para vivir.
Hoy, en el contexto del día internacional de la tuberculosis (24 de marzo), hablamos con Maurine Murenga, fundadora de Lean on Me y coordinadora de TB Women Global, y una apasionada defensora de la salud, el desarrollo y los derechos humanos de las mujeres y niñas que viven con el VIH y están afectadas por la tuberculosis. A través de su propia experiencia sobre la desigualdad y vulnerabilidad que sufren en su comunidad las mujeres jóvenes y las adolescentes, Maurine se ha convertido en una pionera del movimiento de estas poblaciones en Kenia.
¿Ha fracasado la comunidad internacional en la lucha contra la tuberculosis?
No puedo decir que el mundo haya fracasado en su intento de acabar con la tuberculosis; se ha hecho mucho en la lucha contra la pandemia. Hemos visto cómo se introducían en el mercado nuevas herramientas y productos básicos. También hemos visto cómo la asociación Stop TB Partnership realizaba evaluaciones de género y derechos humanos que nos permiten dejar de medicalizar la tuberculosis y abordar otros factores sociales y culturales de la pandemia. A pesar de todo ello, sabemos que la prevención, el diagnóstico y el tratamiento siguen siendo retos importantes que hay que abordar.
Según la OMS, hay un déficit anual de 13.000 millones de dólares para la prevención, el diagnóstico, el tratamiento y la atención de la tuberculosis, con el fin de acabar con la epidemia como problema de salud pública para 2030. ¿Falta financiación o falta voluntad política?
La OMS ha fijado objetivos ambiciosos para la epidemia de tuberculosis de aquí a 2030, pero los informes muestran que vamos por mal camino. Esto se debe a que la financiación y los recursos para la tuberculosis no son los adecuados. A pesar de los compromisos de los gobiernos y las organizaciones internacionales, los déficits de financiación son enormes, lo que limita la escala de las intervenciones y limita los esfuerzos de investigación.
Más del 80% de los casos se producen en países de renta baja y media. ¿Es comprensible que haya recursos casi ilimitados para hacer frente a una nueva pandemia como el Covid-19, pero ninguno para eliminar la que quizá sea la enfermedad infecciosa más mortal que conocemos?
Con la Covid, los gobiernos se unieron y en poco tiempo tuvimos una vacuna. Llevamos mucho tiempo pidiendo una vacuna contra la tuberculosis. Pero, como se ha dicho antes, el compromiso político y los compromisos financieros están aún lejos de la realidad.
¿Es una enfermedad estigmatizada? Su trabajo se centra en las mujeres, niñas y adolescentes que viven con el VIH y la tuberculosis. ¿Las mujeres soportan una carga desproporcionada de estas enfermedades?
La tuberculosis es una enfermedad muy estigmatizada. Hemos visto a mujeres expulsadas de sus casas sólo porque tenían tuberculosis. En algunos países en los que también hay alta prevalencia de VIH, las personas se enfrentan a un doble estigma si tienen la coinfección del sida y la tuberculosis.
Necesitamos un enfoque multisectorial para poder abordar determinantes sociales como la pobreza, la falta de acceso a la atención sanitaria y la estigmatización, que obstaculizan los esfuerzos por controlar la enfermedad.
El Fondo Mundial es el mayor donante internacional en la lucha contra la tuberculosis. Financia tratamientos, diagnósticos, I+D, etc. ¿Es la mayor esperanza para acabar con la tuberculosis como problema de salud pública en 2030? ¿Debería serlo?
El Fondo Mundial es un actor clave en la respuesta a la tuberculosis. Para mi es el mecanismo que coordinará los esfuerzos entre los países, las organizaciones internacionales, la sociedad civil, el sector privado y las comunidades afectadas que son cruciales en la lucha contra la tuberculosis.
El Fondo Mundial es capaz de coordinar una mejor colaboración y compartir las mejores prácticas entre los países que han luchado con éxito contra la epidemia, con el fin de crear una plataforma de aprendizaje e intercambio para acabar con la tuberculosis a través del esfuerzo conjunto .
Creo que aún queda mucho trabajo por hacer en la respuesta a la tuberculosis, mucho esfuerzo para combatir eficazmente la tuberculosis a escala mundial. Es esencial la solidaridad mundial para que sigamos trabajando juntos a la hora de abordar los retos y los obstáculos a los que se enfrentan las personas en el control y la prevención de la TB.
Foto cabecera: GFAN