Eso es exactamente lo que necesitamos para que el SIDA, la tuberculosis y la malaria dejen de ser enfermedades tan devastadoras en los países más pobres. Porque la forma de diagnosticar la tuberculosis y de tratarla es tan compleja y larga que hace muy difícil combatirla en países con pocos recursos económicos y logísticos; porque apenas existen antiretrovirales adaptados para niños; y porque vacunas preventivas contra el SIDA y la malaria son necesarias.
Sin embargo, apenas se invierte en I+D de productos biomédicos para estas y otras enfermedades de la pobreza. Si comparamos el gasto total en I+D total para salud con el dedicado a enfermedades de la pobreza, descubrimos que sólo el 10% se dedica a investigar sobre enfermedades que afectan a los más pobres, de ahí que se las conozca como enfermedades olvidadas.
Desde Salud por Derecho creemos que es necesaria mayor inversión por parte de los gobiernos, aunque también más inversión privada, más allá de las fundaciones cuyo papel está siendo clave, de empresas biotecnológicas y farmacéuticas.