La semana pasada tuvo lugar en Nueva York, Estados Unidos, la Reunión de Alto Nivel sobre VIH/sida, en la que los Estados miembros de las Naciones Unidas adoptaron (no sin polémica) una nueva Declaración política sobre el VIH y el sida que, según ONUSIDA, es ambiciosa y alcanzable y con la que se pretende acabar con las desigualdades y estar en condiciones de poner fin al sida para 2030.
Para conocer lo que ocurrió allí y analizar la situación de la pandemia a nivel global y también en España, hablamos con Ramón Espacio, presidente de CESIDA, la coordinadora estatal de VIH.
Lo primero… ¿qué sensaciones tienes tras el fin de la Reunión de Alto Nivel sobre VIH? ¿La declaración política resultante es contundente? ¿Se han incluido los puntos que reclamaba la sociedad civil?
La declaración tiene luces y sombras, aunque este año ha habido una cierta decepción. Es la primera vez que la declaración política no ha salido por consenso, se ha tenido que votar a petición de la Federación Rusa, que hicieron muchísimas enmiendas al texto, incluso a la totalidad. Además de Rusia votaron en contra tres países: Nicaragua, Bielorrusia y Siria. Al final salió aprobada, pero muy descafeinada con respecto al primer borrador, que era mucho más ambicioso. Hay áreas diluidas o eliminadas en todos los textos de la declaración referentes a derechos sexuales reproductivos, educación sexual, reducción de daños, derechos y descriminalización y cambios legales necesarios. También sobre las medidas incluidas en los TRIPS sobre acceso a la innovación y a los medicamentos. Incluso hubo resistencia a que se nombrara a las poblaciones clave, como pedíamos desde la sociedad civil, aunque finalmente se han incluido.
En cuanto a las luces… Por primera vez, esta declaración tiene compromisos concretos y objetivos medibles, como los objetivos 10-10-10 sobre facilitadores sociales, que implican que para 2025 se reduzca a un 10% o menos la proporción de mujeres, niñas o personas con VIH que sufran desigualdades de género o violencia sexual; el número de países con políticas restrictivas en el acceso a servicios; y la proporción de personas con VIH que sufren estigmas. También se han incorporado los objetivos 95-95-95 de la Estrategia Global del VIH, y hay un compromiso de incrementar la financiación y que llegue a 29.000 millones de dólares para 2025.
Tras la Reunión de Alto Nivel de 2016, la comunidad internacional lleva 5 años incumpliendo constantemente todos los objetivos de prevención, diagnóstico, tratamiento y financiación que se marcaron en ella, poniendo en peligro acabar con el sida como problema de salud pública en 2030. ¿Se espera que esta vez sea diferente, más aún, teniendo el foco en la Covid-19? ¿Podremos alcanzar ese objetivo?
Desgraciadamente, los objetivos del 90-90-90 para 2020 no se han cumplido. Es difícil que se cumplan, y tampoco creo que vayamos a acabar con el VIH como problema de salud global en 2030. Y estamos ahora viendo el problema con las vacunas de la Covid-19, con el acceso, con la implementación de medidas sobre los Acuerdos sobre la Propiedad Intelectual, etc. Lo bueno es que seguimos insistiendo, que siguen existiendo eventos como esta Reunión de Alto Nivel, con cierto nivel de compromiso y que vemos países -sobre todo en África- que han avanzado mucho en los objetivos globales. Pero es difícil. En muchos países del Caribe, Asia Central y Europa del Este siguen aumentando las infecciones. Dudo mucho que, a nivel global, los alcancemos.
En 2019, las poblaciones clave y sus pares representaron el 62% de las nuevas infecciones por VIH. Hablamos de trabajadoras sexuales, gais, bisexuales y otros hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, personas transgénero, personas que consumen drogas y personas en prisión y otros entornos cerrados. ¿Será posible acabar con la epidemia de VIH mientras estas poblaciones sigan estigmatizadas y sus derechos humanos denegados en tantos países?
No, claro. Tú no puedes trabajar con usuarios de drogas cuando estás criminalizando el uso de drogas. No puedes trabajar con población LGBTI cuando la estás criminalizando. Es imposible. En eso se ha quedado corta esta declaración política. Hay países donde aún existe la pena de muerte contra una persona por su identidad sexual. Ha habido avances y países donde se va descriminalizando, como en Angola, pero sin un avance en derechos no vamos a conseguir nunca los objetivos de acabar con el VIH como problema de salud pública.
Hace unos meses el Fondo Mundial lanzaba unos datos muy preocupantes en la lucha contra otras pandemias en estos tiempos de la Covid-19, y decía que en países de bajos ingresos de África y Asía las pruebas para diagnosticar el VIH descendieron un 41%. Se espera que la incidencia suba en los próximos meses. ¿La Covid-19 va a suponer un aumento de las muertes por sida y echar por tierra años de avances?
Ha sido uno de los temas más vistos en el HLM. Imagina: si en España, con el problema de los primeros meses de confinamiento en el acceso al diagnóstico temprano, ya esperamos que vaya a tener impacto, en muchos países en desarrollo el impacto está siendo y va a ser enorme. Y lo peor es que las vacunas no están llegando, y si no llegan van a tener una crisis continuada con un impacto brutal en VIH, tuberculosis, recursos, laboratorios, diagnósticos, tratamientos, centros de salud…
Hablando de España y de la Covid-19… El año pasado, durante el confinamiento, denunciasteis la situación de las poblaciones más vulnerables, la falta de ayuda y cómo el problema afectaba a la atención sanitaria de las personas con el VIH y, en general, a los recursos para atender la salud sexual de la población. ¿Cómo ha evolucionado la situación en estos meses?
El confinamiento tuvo un impacto brutal en todo, y en las poblaciones vulnerables mucho más, porque al final siempre son las más afectadas por las crisis. Las entidades de CESIDA trabajaron para vincular a las personas al sistema de salud, dando ayudas para recursos básicos para trabajadores y trabajadoras del sexo, personas trans, personas migrantes recién llegadas… Se fueron resolviendo los casos y, poco a poco, se fueron diluyendo las trabas para, por ejemplo, dar tratamiento a personas que no tenían tarjeta sanitaria. No se mantuvieron las visitas presenciales durante meses, pero desde las unidades infecciosas se hizo un esfuerzo muy grande para atender a las personas telemáticamente. El impacto más grande no fue en la atención del VIH en sí, ya que el control es bastante sencillo, sino en las comorbilidades.
¿Y que ha pasado con la atención sanitaria a las personas sin tarjeta? CESIDA ha insistido mucho en la necesidad de un acceso universal a la salud.
Seguimos insistiendo. Desde las entidades de CESIDA lo que se hace es conseguir citas y atención a las personas migrantes que llegan sin papeles y que necesitan tratamiento. Pero la facilidad o no de conseguirlo depende mucho de cada comunidad autónoma. Por eso seguimos diciendo que es necesario una Ley Estatal que garantice el acceso universal a la salud: una ley realmente garantista que cubra los déficits que tiene el RDL 16/2018. Sigue habiendo problemas con las personas que han venido en procesos de reagrupación familiar, porque sus hijos viven en España. De hecho, ahora estamos pendientes de qué va a pasar con las vacunas de la Covid-19 a personas en situación irregular, incluyendo a este grupo de personas. Pero, en general, estamos viendo cierta voluntad de ir resolviendo los casos. Por ejemplo, hemos resuelto casos de personas con VIH que se quedaron bloqueadas porque vinieron de turistas y no se podían ir, que se quedaban sin medicación y en el hospital les daban medicación para un mes. Pero no sé qué ha pasado con la gente que no se ha acercado a una ONG. Eso nunca lo sabremos.
¿Cómo está la situación de la lucha contra el sida en España ahora mismo? En términos de políticas, financiación, etc. ¿Cuáles son las demandas de la sociedad civil española?
En España, en la respuesta al VIH ha habido avances que, obviamente, se han visto afectados por la pandemia. En prevención y diagnóstico precoz el avance más importante fue la aprobación de la Profilaxis Preexposición (PrEP), pero su implementación va retrasada y falta inversión. Hay comunidades autónomas donde aún no ha empezado y otras donde los recursos no son suficientes y hay enormes listas de espera, como en Madrid y Barcelona. Otra medida aprobada es la inclusión de la Educación Afectivo Sexual en la nueva Ley de Educación, pero habrá que ponerlo en marcha. La atención al VIH y a la salud sexual y otras Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) en las comunidades autónomas es muy deficiente. Seguimos sin tener una estrategia clara y hay pocos recursos de ITS. Por ejemplo, las clínicas de acceso fácil que, a veces, funcionan respetando el anonimato, es un modelo que está funcionando muy bien, pero dependiendo de las comunidades están saturadas o directamente no existen. Necesitamos muchos cambios para que esto forme parte de la atención primaria, como se pretende. Y es fundamental para acabar con el VIH y otras ITS porque el diagnóstico precoz y el tratamiento inmediato son fundamentales para cortar la cadena de transmisión.
Hemos tenido avances con asuntos relacionados con el estigma y la discriminación, con el Pacto Social y el acuerdo del Consejo de Ministros para la función pública. Pero cambiar el marco normativo no es suficiente: hay que aplicarlo. Un caso importante que sigue dándose es la falta de acceso a seguros para personas con VIH. Tenemos una normativa de 2018 y, sin embargo, es raro que se les conceda. Así que sigue habiendo estigma. Y la financiación para las entidades comunitarias sigue siendo escasa. Es necesario reforzar el Plan Nacional del Sida con recursos materiales y humanos y necesitamos una estrategia más concreta para las poblaciones vulnerables que, de nuevo, depende en muchos casos de las comunidades autónomas.
Respecto al papel del Gobierno en la lucha internacional contra la pandemia. España volvió hace no mucho al Fondo Mundial con una cantidad de 100 millones, ha ido cumpliendo sus compromisos y, además, ha aportado más dinero durante la pandemia. ¿Es suficiente o debería hacer más en los años venideros?
Creo que todos lo valoramos de forma positiva. España llevaba desde 2011 fuera del Fondo Mundial y estaba desaparecida de los foros internacionales. Ahora hay un intento de volver. El Plan Nacional de sida se ha vuelto a conectar con ONUSIDA, España ha vuelto a las reuniones y puede aportar experiencia de las buenas prácticas que tenemos aquí. Es algo que no tendría que haber dejado de pasar nunca.
El 5 de junio se cumplieron 40 años de la primera descripción clínica de casos de lo que, posteriormente, se denominó Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA). Se calcula que cerca de 40 millones de personas han fallecido de sida en todo el mundo; que hoy conviven con el VIH unos 38 millones, y que todavía se infectan cerca de un millón de personas anualmente y fallecen unas 700.000. Tras tantos años, aún no existe una vacuna preventiva eficaz. Mientras, en apenas un año y medio hemos visto un desarrollo impresionante de vacunas, diagnósticos y herramientas para una pandemia nueva, con una inversión pública sin precedentes de los países más desarrollados. ¿Existe la sensación de que parece que unas enfermedades importan más que otras? ¿O las complejidades clínicas del VIH realmente son un problema para una vacuna exitosa?
Es una mezcla de las dos cosas. Evidentemente son dos enfermedades muy diferentes. El VIH es un virus mucho más difícil; ha habido muchos intentos de conseguir una vacuna, pero, a la vez, se ha invertido mucho menos. Está claro que si el VIH hubiese causado el impacto en los países desarrollados que ha tenido la Covid-19 y tuviéramos la prevalencia de VIH que han tenido y siguen teniendo países de África Subsahariana, probablemente se habría invertido mucho más. Es una suma de ambos factores. Ahora estamos esperanzados con la nueva vacuna de Janssen que se está desarrollando, cuyos ensayos están en fase 3. Ojalá que se encuentre pronto y ojalá que, una vez se encuentre, llegue donde tenga que llegar. Esta vacuna tiene que ser para África y para las poblaciones vulnerables.
Pese a todo… ¿podemos aprender lecciones de esta crisis sanitaria para mejorar el acceso a los tratamientos, diagnósticos y prevención del VIH? ¿Puede ser un desafío y, a la vez, una oportunidad?
Se ha puesto en evidencia la vulnerabilidad que tenemos. Que luego seamos capaces de aplicar las lecciones… lo veremos con el tiempo. Está claro que lo aprendido y desarrollado para enfrentar al VIH ha facilitado muchas cosas para hacer frente a la Covid-19, en cuanto a infraestructuras, laboratorios para hacer cargas virales y test, las redes y capacidades que tenían las entidades comunitarias para apoyar a las poblaciones vulnerables… todo esto ha servido. La Covid-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de reforzar los sistemas e invertir a fondo global, porque o estamos bien todos o no lo va a estar nadie.