Ayer tuvo lugar en Nueva York un evento histórico: la primera reunión de Alto Nivel de Naciones Unidas sobre tuberculosis. Una reunión que demuestra la actualidad e importancia de una epidemia que se ha convertido en la enfermedad infecciosa más letal del planeta (incluso por encima del VIH/sida), dejando cerca de 1.6 millones de muertes y 10 millones de personas afectadas en el último año.
Aunque la celebración de esta reunión supone un gran paso adelante y manda un mensaje muy poderoso, la realidad es que los progresos para erradicar esta pandemia son todavía demasiado lentos y hace falta un gran número de cambios (tanto en prevención, diagnóstico y tratamiento, financiación, políticas, derechos humanos, etc.) que cambien la tendencia y el impacto de la tuberculosis.
Por eso, miembros de la sociedad civil y comunidades afectadas por la tuberculosis hemos redactado un posicionamiento para urgir a nuestros Gobiernos a ir más allá de la Declaración Política resultante de la reunión de ayer. Una Declaración Política que, si bien celebramos, excluye una gran cantidad de recomendaciones formuladas por expertos y comunidades afectadas que deben ser tenidas en cuenta.
Las recomendaciones pasan por nuevas estrategias en diagnóstico y prevención, o en la revisión y alineación de los Planes Nacionales de TB, con el fin de cerrar las brechas aún existentes y poder llegar a todas las personas que lo necesiten: se estima que, año tras año durante los últimos siete años, más de un tercio de las personas con tuberculosis no conocen su diagnóstico.
Nuestro documento propone una respuesta centrada en las personas y en sus derechos, que vaya más allá de la mera eliminación de las leyes discriminatorias y que promueva nuevas leyes, políticas y prácticas para respetar y facilitar el acceso a la salud a la gente más afectada y estigmatizada por la epidemia, con atención especial a las poblaciones clave, incluyendo a las mencionadas en la Declaración (gente viviendo con VIH, prisioneros, usuarios de drogas inyectables, entre otros) y a las olvidadas en ésta (trabajadoras del sexo, inmigrantes indocumentados, personas sin hogar, lesbianas, gays, bisexuales o personas transgénero).
Proponemos, también, acelerar el I+D de herramientas esenciales que permitan acabar con la tuberculosis: entre otras, por ejemplo, vacunas y tratamientos eficaces, efectivos y asequibles que estén disponibles antes de 2030. Incomprensiblemente, la mayor parte de los tratamientos actuales tienen más de 50 años, incluidos los destinados a tratar las cepas más resistentes de la enfermedad, que suponen un gran número de vacunas y una enorme ingesta de pastillas (alrededor de 15.000 durante dos años) causantes de terribles efectos secundarios y que apenas curan al 50% de los afectados.
Para estas cepas, precisamente, son los dos únicos tratamientos orales que han sido desarrollados en la última década: bedaquiline y/o delamanid. Pese a sus resultados prometedores frente a los regímenes tradicionales, se mantienen inaccesibles para el 90% de las personas que los necesitan (incluso tras la recomendación de la OMS en 2018 priorizando el uso de medicamentos orales, incluyendo bedaquiline). El alto precio de estos fármacos es una de las razones fundamentales de la falta de acceso. Por eso, entre las recomendaciones reiteramos que los países deben hacer uso de las salvaguardas de los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (TRIPS, por sus siglas en inglés), como, por ejemplo, licencias obligatorias que permitan producir genéricos a precios más bajos que los fármacos bajo patente.
Nuestras recomendaciones también repasan y estipulan las cifras adecuadas para alcanzar la inversión apropiada en la lucha e investigación contra la pandemia. Así, aún hace falta doblar las inversiones para estar en línea con las estimaciones del Plan Global para Terminar con la TB y alcanzar un promedio de 13 mil millones de dólares anuales (unos 65 mil millones entre 2018 y 2022).
Es importantísimo el compromiso de todos los Gobiernos en financiar la lucha contra la pandemia a través de organismos como el Fondo Mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria, al que el Gobierno de España no aporta ni un solo euro desde 2011, pese a los unánimes acuerdos parlamentarios alcanzados en 2016 que le instan a volver.
Por último, hace falta un compromiso y un liderazgo determinante, con órganos de revisión y herramientas de monitoreo independientes que aseguren la implementación de las acciones recomendadas, con el fin de caminar de manera segura hacia el fin de esta enfermedad en 2030.
Por nuestra parte, las comunidades más afectadas por la tuberculosis y las organizaciones de la sociedad civil y otras partes interesadas, nos comprometemos a trabajar con nuestros Gobiernos, representantes y Programas Nacionales de TB, para garantizar el cumplimiento de los objetivos descritos en el documento.
Lee el documento completo: https://saludporderecho.org/wp-content/uploads/2018/09/CS-STATEMENT.pdf