Casi 40 millones de personas viven con el virus del sida en todo el mundo; la inmensa mayoría, un 90%, en países empobrecidos. Aunque el avance en la cobertura del tratamiento ha sido muy importante en los últimos años, solo alrededor de un 50% de las personas tienen acceso a los medicamentos. Además, se ha frenado el ritmo en la disminución de los nuevos casos de VIH, lo que no permite celebrar un avance muy significativo.
El compromiso mostrado hasta ahora por los países donantes en la lucha contra el sida está decayendo. Una retirada de apoyo internacional afecta sobre todo a países de renta media (los primeros en dejar de recibir fondos) y a sus poblaciones clave (hombres que tienen sexo con hombres, usuarios de drogas, trabajadores del sexo, personas transgénero y población reclusa), estigmatizadas y criminalizadas por las políticas conservadoras y represivas de muchos de estos países.
Alcanzar el fin de la pandemia de sida en 2030 será posible, pero solo si se incrementa la inversión a largo plazo; se adoptan políticas eficaces que promuevan los derechos humanos; se reducen los precios de los medicamentos y se apuesta por el desarrollo de una vacuna eficaz y asequible.