Esta semana ha tenido lugar en Paris la IX Conferencia Internacional sobre VIH de la Sociedad Internacional de Sida (IAS). Allí, ONUSIDA, el programa de Naciones Unida sobre la lucha al VIH/Sida, ha presentado su último informe “Acabar con el sida: progresos de cara a los objetivos 90-90-90”, que repasa los últimos avances en la pandemia.
El informe resalta que 19,5 millones de personas -más de la mitad de los 36,7 que viven con el VIH-, tienen acceso al tratamiento del VIH y que las muertes relacionadas con el sida se han reducido a la mitad desde 2005: de 1,9 millones a 1 millón en 2016. En Salud por Derecho celebramos cada una de las nuevas personas que acceden a tratamiento. Sin embargo, a día de hoy un 30% de las personas ignoran ser VIH positivas y aún hay 17 millones de personas en el mundo no tienen acceso a los fármacos.
Además, las poblaciones clave más afectadas por el VIH -hombres que tienen sexo con otros hombres, trabajadoras/es del sexo, usuario de drogas inyectables, personas transgénero, población reclusa- de un gran número de países -sobre todo en Europa del Este, Asia Central, América Latina y Caribe-, están dejando de recibir ayuda internacional y las cifras de VIH están creciendo entre sus fronteras, desbaratando el trabajo y el progreso de tantos años y causando muchas muertes evitables. Los grandes donantes prefieren centrarse en los países de rentas más bajas, y los gobiernos de estos países carecen de un presupuesto o una respuesta acorde a las necesidades de estas poblaciones. Esto debe cambiar.
España, por otro lado, lleva desde 2011 sin aportar ni un solo euro a la lucha contra el sida, pese al acuerdo parlamentario –PP incluido– que pide al Gobierno aportar 100 millones de euros al Fondo Mundial de lucha contra sida, tuberculosis y malaria durante los próximos tres años. Pese a este consenso, no hubo partida alguna en los presupuestos aprobados de 2017. Confiamos en que se incluya una partida para el Fondo Mundial en los presupuestos de 2018.
No se está haciendo lo suficiente. Pese a los grandes avances, hay también retrocesos, y será difícil lograr los objetivos previstos para el 2020 sin un mayor esfuerzo económico de los países más desarrollados.