Tras décadas de descenso e increíbles logros en la lucha contra la malaria, en los últimos años hemos visto un incremento en las muertes y de los casos de esta enfermedad transmitida por mosquitos. Solo en 2022, la OMS reportó 247 millones de casos y 619.000 muertes en 84 países endémicos. Hoy, en el mundo, un niño muere de malaria cada minuto.
Los factores del aumento de casos pueden ser muchos. Podemos, indudablemente, incluir la irrupción de la pandemia de la Covid-19 y los cortes en la búsqueda de casos o de suministro de redes antimosquitos, el estancamiento de la financiación internacional desde hace una década o las resistencias desarrolladas por los seres humanos a los antibióticos y por los mosquitos a los insecticidas.
Pero hay un factor cada vez más preocupante y, quizá, menos conocido. La malaria es una de las enfermedades más sensibles al clima. El cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos derivados de éste -tormentas, sequías, incendios o inundaciones-, así como el aumento de las temperaturas y de la humedad provocadas por el calentamiento global, están llevando la malaria -y muchas otras enfermedades- a regiones del mundo en las que antes no estaba tan presente, especialmente entre las comunidades más pobres y remotas del planeta.
Un ejemplo: de manera más global, y comparando las mediciones de la década de los años 50 con las de la última década (2012-2021), el aumento de las temperaturas ha provocado un aumento en la duración de la temporada de transmisión de la malaria del 31,3% en las tierras altas de las Américas y un 13, 8% en las tierras altas de África, según el informe The Lancet Countdown de 2022.
Otro ejemplo: los fenómenos meteorológicos extremos, como las terribles inundaciones acontecidas hace unos meses en Pakistán -tras una ola de calor extrema que trajo lluvias amazónicas más intensas de lo habitual y el derretimiento de los glaciares del Himalaya- han provocado un aumento masivo en los casos de malaria en el país. Según la OMS, en 2022 hubo más de 1.6 millones de casos confirmados en 60 distritos, cuadruplicando los 400.000 casos del año anterior. Además, hubo una proporción mayor de casos provenientes de mosquitos portadores de la especie más mortal de la enfermedad, típicamente encontrados en África y no en Asia.
Hoy, día mundial de la malaria, el Fondo Mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria -que es el mayor proveedor (el 63%) de financiación internacional para programas para esta enfermedad- ha compartido la historia de Fazila, una mujer pakistaní de 25 años que, durante y tras las inundaciones que afectaron al país, contaba como el 50% de los pacientes de la clínica móvil en la que estuvo trabajando dieron positivo por malaria.
La Dra. Mah Talat, del Indus Hospital and Health Network, recordaba “nubes de mosquitos tan espesas” que apenas se podían ver a través de ellas. “Todas las personas que se vieron afectadas por las inundaciones tenían malaria o tenían un familiar que tenía la enfermedad”. Las consecuencias sociales y sanitarias han sido devastadoras, y la crisis está lejos de ver su final: con las infraestructuras aún muy dañadas a lo largo y ancho del país, con apenas personal sanitario disponible y aún con enormes e innumerables charcos de agua estancada -el espacio ideal para la proliferación de mosquitos-, comienza en estas semanas una nueva temporada de lluvias y una de las dos temporadas anuales de transmisión de la enfermedad.
“Las inundaciones seguirán ocurriendo. Debemos tener mejores planes para estar mejor preparados para enfrentar estas dificultades” advierte Fazila. Al igual que Pakistán, los países más afectados por la malaria necesitan una mejor respuesta y preparación frente a esta pandemia y frente a la amenaza y las consecuencias del cambio climático en la salud. Con los casos aumentando y ante el resto de grandes retos antes mencionados, será fundamental un enorme aumento de la financiación, facilitar el acceso a los servicios de salud e investigar y desarrollar nuevas herramientas de prevención, tratamientos y otras innovaciones para mejorar las disponibles actualmente.
La historia demuestra que se puede: la malaria es una enfermedad tratable que ya ha sido erradicada en docenas de países. “Durante demasiado tiempo hemos aceptado que muera gente por una enfermedad curable y que sabemos cómo eliminar” recuerda Peter Sands, director del Fondo Mundial. “Debemos hacer que esto ocurra globalmente; y haciéndolo vamos a reforzar nuestras defensas contra otras amenazas pandémicas”.
Foto: Global Fund / Saiyna Bashir