La Real Academia Española (RAE) define discriminar como «seleccionar excluyendo y dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, nivel de estudios, formación académica, orientación sexual, etc.»
Discriminación es por tanto el acto de apartar, de relegar, de separar a una persona de una sociedad o de menospreciarla utilizando unos criterios determinados y establecidos siempre por el colectivo dominante y generalmente de forma arbitraria.
El Programa de las Naciones Unidas sobre el Sida (ONUSIDA) lanzó el pasado 1 de diciembre la campaña ‘Cero Discriminación’. Su imagen es una mariposa como símbolo de transformación y señala el 1 de marzo de cada año para que todos reparemos en este trascendental problema que sufren millones de personas en todo el mundo.
Desde su primera definición como «síndrome de inmunodeficiencia adquirida» a principios de los años 80 – aunque es muy probable que antes de esa fecha se perdieran muchas vida anónimas que la pobreza y lejanía no dejaron llegar hasta la opinión pública – el Sida ha estado acorralado, revestido por un oscuro velo de manipulaciones interesadas y temerosos silencios que favorecieron, continúan haciéndolo, la existencia de mitos y falsas creencias muy peligrosas que estimulan y alimentan reacciones de desconfianza, sospecha y rechazo. Inmersos ya en pleno en el siglo XXI, hay que reconocer que este tema no está zanjado, porque aún no es igual manifestar públicamente ser portador de VIH o padecer SIDA que sufrir un cáncer o una diabetes; ¿por qué?
El estigma y la discriminación, nutridos por un miedo irracional, continúa siendo la principal causa de que muchas personas oculten su estado y por tanto, uno de los principales obstáculos para la prevención del VIH. Derribar estos muros de silencio con información veraz y contrastada, y sustentar como un derecho universal la atención y el respeto a toda persona portadora del virus son, sin duda, las mejores armas para reducir infundados miedos. Porque las personas viviendo con VIH/Sida son, antes que todo, personas, seres humanos que sufren una enfermedad. Enfermos, sólo enfermos, con absoluta independencia que cual fuera la vía de transmisión.
He leído que en Guatemala, ONUSIDA, en colaboración con la Cruz Roja Guatemalteca, ha lanzado la campaña “Ver para entender” que anima a mirar el mundo a través de unas gafas rojas para que las personas tengan una perspectiva distinta de lo que significa vivir con el VIH. Será por eso el dicho de que «nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira». Y es que una nueva mirada es indispensable; una mirada con una graduación más alta de justicia y de derecho y seguro que nuestra visión de la realidad será mucho más nítida sin la miopía de ese miedo lacerante del que ninguno estamos a salvo.
Manuel Rodríguez Fraile
Presidente del Patronato
Salud por Derecho