En mayo de 2020, la OMS puso en marcha C-TAP (Covid Technology Access Pool). El objetivo era que gobiernos, centros de investigación, industria y otros actores, tuviesen una plataforma en el que compartir abiertamente el conocimiento y la propiedad intelectual de las tecnologías Covid-19. De este modo, fabricantes de todo el mundo con capacidad podrían ayudar a incrementar la producción de vacunas, medicamentos y diagnósticos, aumentando el acceso a estos productos en los países menos desarrollados.
El pasado 23 de noviembre, España marcó un hito e hizo pública la firma de la primera licencia no exclusiva con C-TAP: el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) puso a disposición de la OMS y el Medicines Patent Pool el test diagnóstico Elisa.
Para comprender el hito que esto supone, desde Salud por Derecho organizamos un evento (puedes verlo completo en el vídeo bajo estas líneas) para que responsables de todas estas instituciones y del Gobierno de España contasen cómo había ocurrido y comprender la importancia de este hecho, no solo en la lucha contra la Covid-19, también para el desarrollo de nuevos modelos de I+D en salud que eliminen las barreras de acceso a las tecnologías sanitarias.
Jesús Marco, vicepresidente de investigación técnica y científica del CSIC, fue el primero en intervenir para contar cómo se había llegado a este hito. “En el CSCI, desde el comienzo de la pandemia, tuvimos muy claro que cualquier resultado al que llegásemos se iba a licenciar de manera no exclusiva. Tras conocer la iniciativa C-TAP ha ido todo muy fluido. Antes de verano ya estaba bastante avanzado el acuerdo. Un acuerdo sencillo y claro, en el que además eliminamos los royalties cuando el test se licencia para producirse en países de ingresos medianos y bajos. Es una solución técnica muy buena y esperamos poder ampliarlo a muchas de las otras soluciones que se están desarrollando en el CSIC hoy en día”.
Una colaboración necesaria: la OMS y el MPP
Pero… ¿cómo funciona C-TAP? ¿Qué pasa cuando se alcanza un acuerdo de transferencia? Lo explicó Erika Dueñas, técnica logística del departamento de medicamentos y productos de salud de la OMS. “Podemos poner este primer ejemplo gracias al CSIC, que serían en este caso los propietarios de la tecnología. Ellos ceden sus tecnologías a la OMS a través de licencias o acuerdos de transferencia. Esto se hace a través diferentes socios o colaboradores. En este caso fue con el Medicines Patent Pool (MPP), aunque existen también otras agencias colaboradoras de Naciones Unidas. Luego lo que se hace, en este caso el MPP, es dar sublicencias a otros fabricantes que cumplan con los estándares de calidad. La OMS da el apoyo necesario para ello, por ejemplo, haciendo el mapeo de esos posibles productores. En esa etapa estamos justamente ahora con el CSIC.”
La representante de la OMS recordó que la cesión que hacen los propietarios no es gratuita, la hacen a cambio de unas regalías. “En el caso del CSIC es muy interesante”, señaló. “Ha decidido dar la licencia de forma global para que pueda ser producido en todos los países. En el caso de que sea para países de ingresos altos sí va a recibir regalías pero en el caso de que sea para países de ingresos medianos o bajos, han ofrecido la licencia sin regalías”, concluyó Dueñas, que mencionó también negociaciones en marcha actualmente con otros centros de investigación y productores, entre las que se encuentran otros diagnósticos o vacunas.
El Medicines Patent Pool (MPP) es, por lo tanto, un actor clave en todo este proceso. Esteban Burrone, responsable de políticas e incidencia del MPP, comenzó agradeciendo el rol del CSIC en la primera licencia C-TAP y señalando la gran colaboración que habían tenido entre ambos organismos y la importancia de esta, ya que ha sido la primera vez que el MPP trabaja con productos diferentes a los medicamentos.
“Hemos trabajado al acceso a los productos de salud desde 2010 a través de las licencias voluntarias. Inicialmente del VIH y luego ampliando a tuberculosis, hepatitis C u otros medicamentos esenciales. Con la llegada de la Covid-19, los socios y gobiernos nos han solicitado trabajar en la pandemia y hacer lo mismo, pero a otra escala, añadiendo diagnósticos, vacunas, etc. Para nosotros es un desafío enorme, porque estábamos limitados a ciertos tipos de tecnología. Por eso, era importante trabajar de manera conjunta con la OMS y otros socios que pudiesen alargar el campo de posibilidades. La colaboración con el CSIC es un gran ejemplo. Nunca habíamos trabajado en diagnósticos, y no habríamos podido hacerlo si no era en el marco de una iniciativa más amplia como C-TAP, y con otras organizaciones con conocimiento y experiencia”.
España y el C-TAP
Miguel Casado, experto en salud de la Dirección General de políticas de desarrollo del Ministerio de Exteriores, concluyó la primera ronda de intervenciones hablando sobre el rol del Gobierno en C-TAP y en la cooperación: “Desde el primer momento intentamos que el Gobierno de España formase parte de ella y, ya en abril del año pasado, Pedro Sánchez anunció nuestra entrada en C-TAP”, recordó.
“Necesitamos toda la capacidad y todo el buen hacer de este país para dirigirlo a los objetivos de la cooperación: que la salud sea un bien global y que la investigación y los productos de esas investigaciones sean accesibles para todo el mundo, especialmente en los países menos desarrollados. Se debe desarrollar una estrategia que incorpore estas prioridades. Tiene que haber una afluencia de toda la capacidad investigadora y de transferencia de conocimiento y C-TAP es un ejemplo de este modelo”.
Un hito y un cambio de mentalidad
Los ponentes no dudaron en tildar de ‘hito’ la licencia del CSIC y en advertir cómo la pandemia está generando un cambio de mentalidad. “Veo que empieza a ver un cambio, hay varias iniciativas que están cambiando la manera en la que enfrentamos el acceso a las tecnologías de la salud en Covid-19, y la licencia con CSIC es un hito muy importante”, señalaba Burrone, que no dudó en marcar como hito también las licencias firmadas por el MPP con Merk y Pfizer para sus prometedores antivirales, o la creación del Centro de transferencia de tecnología para vacunas ARN en Sudáfrica. “Todas estas iniciativas van a ser claves para crear capacidad tecnológica sostenible en los países en desarrollo. Hemos tardado 18 meses, pero nunca es demasiado tarde. Hay esperanza y empieza a verse un movimiento interesante que hay que fortalecer”.
Erika Dueñas, por su parte, reincidió en la importancia de la licencia del CSIC. “Esta primera licencia es fundamental para mostrarla como ejemplo de cómo se puede usar este modelo, especialmente con institutos de investigación como el CSIC”.
La pregunta, entonces, era obligada. ¿Es este el modelo y esta política de licencias no exclusivas ha llegado para quedarse en el seno del CSIC?
“La pandemia nos ha hecho valorar el esfuerzo público y la importancia de mantener soluciones desde lo público. Hay que valorarlo mucho y creo que el cambio de chip se ha producido”, reconoció Jesús Marco. “Necesitamos un modelo más abierto para no dejar a nadie atrás y por eso nosotros queremos seguir en esta línea. Creo que en casi todas las iniciativas que tenemos en marcha seguiremos con este modelo. Nuestra intención es esa”, afirmó Jesús Marco.
En este sentido, Erika Dueñas también quiso poner en valor la importancia de C-TAP como desafío y como herramienta de futuro. “Durante las negociaciones que se van a dar en la OMS sobre cómo encarar las pandemias en el futuro, C-TAP dará para un capítulo entero. El modelo C-TAP está establecido para Covid-19 pero esperemos que se pueda usar para otras enfermedades o situaciones de emergencia.”
Los retos: aumentar la capacidad de producción, transparencia y poner en valor lo público
La pandemia, y la desigualdad actual en el acceso a las vacunas y otras tecnologías de la Covid-19, está demostrando que es fundamental aumentar la capacidad de producción local en los países menos favorecidos. “Hasta ahora hemos estado dormidos. En los años previos, nos hemos conformado con unas pocas empresas de genéricos, principalmente en la India, que abastecían al mundo. Pero llegó la Covid-19 y cuando India cerró la exportación nos preguntamos: ¿y ahora qué? Y ha habido un despertar. No podemos ser tan dependientes sobre 4 o 5 empresas, hace falta un enfoque distinto», continuaba Burrone.
De hecho, para él, el acuerdo del CSIC es importantísimo porque no solo se trata de la licencia, sino de la transferencia del material biológico, generado por el CSIC, y el acceso a los investigadores que donarán su tiempo para intercambiar conocimiento con los investigadores y los receptores de la tecnología para ayudarles a implementar la producción. “Eso es sí que son transferencia de tecnología y creación de capacidades reales”.
En esta línea, Miguel Casado reconoció que “es necesario cambiar la gobernanza global de la salud. Necesitamos un nuevo tratado internacional de pandemias y unas nuevas obligaciones de los países. En España estamos trabajando junto a la Unión Europea para intentar instalar capacidad en los países en desarrollo para que puedan hacer frente a sus propias necesidades”.
Para Burrone, sin embargo, hay una gran oportunidad perdida en esta pandemia. “El sector público puso mucho dinero en el desarrollo de la tecnología de salud, ya sea financiando la investigación o a través de la compra anticipada. Esos fondos ayudaron y subsidiaron el desarrollo de las tecnologías que hoy están siendo usadas. Y es una oportunidad perdida, porque a la hora de hacer esa inversión pública no se pusieron las condicionalidades suficientes en los contratos con el sector privado. Y ahora vemos las consecuencias. ¿Cómo haremos la próxima vez? ¿Habrá otros modelos? ¿Qué pasará con los países en desarrollo? ¿Volverá a ocurrir lo mismo? ¿O pondremos condiciones?”.
De hecho, advirtió Erika Dueñas, las condiciones y las disposiciones de acceso que debe haber en los contratos cuando se financia la investigación es otro de los pilares de C-TAP. “Vamos a tratar de hacer recomendaciones compilando cuáles serían el tipo de disposiciones que se podrían añadir en estos acuerdos”. Sin embargo, advirtió, el desafío más grande es la falta de transparencia. “Cuando queremos ver cuáles son las disposiciones en los acuerdos que se firman no podemos verlas porque los contratos no son transparentes”, denunció. “Los gobiernos deben tener un papel fundamental y disponer las herramientas necesarias para que estos acuerdos sean totalmente transparentes”.
Conclusiones: vamos en la dirección correcta
Sin embargo, los ponentes acabaron sus intervenciones con mensajes más optimistas, reforzando el mensaje sobre el cambio de mentalidad y la evidencia de que hay modelos alternativos y que las cosas estaban empezando a hacerse de manera diferente. Así lo aseguró Jesús Marco en nombre del CSIC: “Nuestra iniciativa va a continuar. La clave inicial está en la investigación, y buena parte es pública. Tenemos esa palanca y, por nuestra parte, vamos a impulsarlo todo lo posible”.
“Tenemos que apreciar cuando hay pasos en la dirección correcta” señaló Esteban Burrone. “El precedente del Covid-19 nos va a marcar el camino, nos va a enseñar que las cosas se pueden hacer de maneras distintas. Apoyemos esos cambios y usémoslos para avanzar más rápido”.
Sin duda es una excelente noticia que España haya dado el paso en esta licencia. C-TAP debe seguir teniendo apoyo de más países y centros de investigación, añadiendo más productos, y la propiedad intelectual debe dejar de ser un freno para que se puedan desarrollar, producir o importar medicamentos, vacunas y otras tecnologías sanitarias. “Debemos ampliar la capacidad de producción y debemos apoyar a los países en todos los continentes, para lidiar con la Covid-19 y también para otras pandemias futuras” concluyó Vanessa López, directora de Salud por Derecho y moderadora del evento.