- Lanzamos la campaña #VIHdasOlvidadas para poner el foco en el impacto que la Covid-19 está teniendo en la lucha contra el sida en todo el mundo.
- Denunciamos que la pandemia ha hecho retroceder terreno por primera vez en el diagnóstico y la prevención del VIH.
- Las necesidades ahora son aún mayores y que la financiación internacional para hacer frente al sida sigue siendo insuficiente.
1 de diciembre de 2021 – En el mundo, aproximadamente 38 millones de personas viven con el VIH y solo el año pasado cerca de un millón murieron por enfermedades relacionadas con el sida. En 2021, se han cumplido 40 años desde que se descubrieron los primeros casos de esta pandemia que castiga especialmente a los países pobres: solo en África subsahariana se concentran el 60% del total de los casos y dos tercios de las nuevas infecciones a nivel global. Además, unos seis millones de personas desconocen tener el VIH y casi una de cada tres personas con sida no tiene acceso a los medicamentos que necesita para vivir.
A pesar de estos datos, los avances en la lucha contra esta pandemia han sido enormes. Uno de los ejemplos más evidentes es que en 2009 las terapias antirretrovirales solo llegaban a seis millones de personas y hoy llegan a 27 millones, o que las nuevas infecciones anuales se han reducido a más de la mitad -1,5 millones en 2020- en comparación con el pico de tres millones que hubo en 1997.
Sin embargo, en los últimos años, y especialmente desde la irrupción de la Covid-19, estos progresos están en peligro y alejan el fin de la pandemia de sida, como denunciamos desde la fundación Salud por Derecho en la campaña #VIHdasOlvidadas que lanzamos hoy en el marco del Día Mundial del Sida.
Bajo el lema “No todas las pandemias se combaten con mascarillas”, la campaña advierte del enorme impacto que está teniendo la Covid-19 en el acceso a los servicios diagnóstico y de prevención del VIH, especialmente en el caso de las personas más vulnerables y que corren un mayor riesgo de infectarse: hombres que tienen sexo con otros hombres, trabajadores y trabajadoras sexuales, población trans, usuarios de drogas inyectables y personas encarceladas. Estas poblaciones –y sus parejas sexuales- representan el 65% del total de las nuevas infecciones a nivel global.
Avances en peligro
El Fondo Mundial de lucha contra el sida, tuberculosis y malaria, el mayor organismo internacional para hacer frente a estas pandemias (en el caso del VIH, por ejemplo, ofrece tratamiento al 80% de los 27 millones de personas que lo reciben), advierte de que el año pasado, en los países en los que está presente, se realizaron un 22% menos de pruebas de diagnóstico del VIH, disminuyó un 11% el número de personas que tuvieron acceso a programas de prevención y descendió un 4,5% el número de madres bajo tratamiento para prevenir la transmisión del VIH a sus bebés.
“Estamos hablando de países con sistemas de salud muy débiles y con pocos recursos, tanto económicos como humanos, que han tenido que ponerse al servicio de la lucha contra la Covid-19. Eso ha tenido un impacto directo en los programas de diagnóstico y de prevención VIH y también de otras pandemias, como la malaria y la tuberculosis”, afirma Vanessa López, directora de Salud por Derecho.
Sólo hay un camino
Para acabar en 2030 con el VIH como problema de salud pública global, como recogen los objetivos de Naciones Unidas, la comunidad internacional debe tomar medidas urgentes y movilizar los recursos necesarios. “La Covid-19 ha evidenciado más que nunca que tenemos que invertir en sistemas sanitarios fuertes, mejor dotados, más resistentes y sostenibles para que la salud llegue a todo el mundo y para poder hacer frente a las actuales y futuras pandemias”, añade López.
Será fundamental aumentar la inversión global. “No hemos cumplido con los objetivos financieros de 2020 y nos alejamos cada vez más del camino hacia el fin de la pandemia de sida en 2030” señala López. “En la Declaración Política sobre sida de 2016, los países acordaron invertir 26.000 millones de dólares para 2020 en los países de ingresos bajos y medios más afectados por la pandemia. Sin embargo, a finales de 2020 solo hubo disponibles 21.500 millones, muy lejos de lo acordado”. Este año, los países se han marcado un nuevo objetivo: alcanzar los 29.000 millones para 2025, la cifra que ONUSIDA –la agencia de Naciones Unidas para el VIH- estima necesaria para retomar el camino que nos lleve en 2030 al fin de la pandemia del sida.
Por eso, las inversiones a organismos multilaterales como el Fondo Mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria son fundamentales, especialmente en un momento como el actual en el que la Covid-19 está concentrando muchos recursos por parte de todos los países. «España, tras casi una década de ausencia, volvió a ser donante del Fondo Mundial en 2020 con un compromiso de 100 millones de euros. Esperamos que continúe en esa línea y su compromiso se vea fortalecido la próxima ronda de financiación del Fondo Mundial en 2022, cuando los países anuncien sus contribuciones al organismo para los siguientes años», señala López.
Además, para ver el fin de la pandemia de sida –y de las otras pandemias como la tuberculosis, la malaria o la actual del coronavirus- será fundamental el acceso justo y equitativo a los tratamientos y herramientas sanitarias disponibles para que lleguen a todas las personas que los necesitan. Igualmente, será fundamental un enfoque de derechos humanos: los países deben garantizar el acceso equitativo a la salud, la igualdad de género y eliminar las leyes y las prácticas discriminatorias hacia las personas más vulnerables al VIH.
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