A finales de julio y principios de agosto estuvimos en Montreal, Canadá, atendiendo a la edición número 24 de la Conferencia Mundial de Sida, el mayor encuentro sobre VIH en el mundo. El evento tuvo un preocupante pistoletazo de salida con la publicación del informe anual de ONUSIDA, que bajo el nombre ‘In Danger’ (‘En peligro’), ponía a la comunidad internacional en alerta sobre la situación global de la pandemia
El informe es contundente: la lucha contra el VIH se tambalea. La Covid-19, las crisis humanitarias actuales y la falta de financiamiento han ralentizado los progresos en prevención y tratamiento. En 2021 murió una persona cada minuto por causas relacionadas con el sida y muchas regiones del mundo están experimentando un aumento de las infecciones, que a nivel global alcanzaron los 1.5 millones (un millón de personas más que las que marcaban los objetivos globales para este año).
La Conferencia estuvo marcada por la polémica del Gobierno canadiense, que denegó el visado a un gran número de participantes y delegados que estaban inscritos, mayoritariamente de países del sur global. Las protestas y manifestaciones denunciando el comportamiento racista del país anfitrión se sucedieron cada día, y demostraron una vez más las enormes desigualdades existentes en la lucha contra la pandemia.
✊🏿✊ Siguen las protestas en la #AIDS2022 por la negación de visas a cientos de activistas y delegados de las organizaciones civiles.
«NO VISA; NO VOICE» pic.twitter.com/VzeomunBUE
— Salud por Derecho (@Saludporderecho) July 30, 2022
Otro de los temas que marcó la conferencia fue el cabotegravir, un novedoso fármaco que previene la infección de VIH en personas altamente expuestas al virus y con mayor riesgo de infectarse. En los primeros días se produjo un anuncio de un acuerdo de licencia voluntaria entre la farmacéutica ViiV y el Fondo de Patentes de Naciones Unidas (MPP) bajo el que se permitirá a un número determinado de fabricantes desarrollar, fabricar y abastecer versiones genéricas del mismo en 90 países de ingresos bajos y medios y bajos, incluyendo a todos los de África subsahariana.
El acuerdo, sin duda, supone una buena noticia y beneficiará a millones de personas. Sin embargo, el acuerdo contiene algunas sombras que debemos resaltar: en primer lugar, deja fuera del acuerdo a países de media renta (y por lo tanto a millones de personas que podrían beneficiarse del fármaco). En segundo lugar, la llegada de genéricos se puede retrasar 4 o 5 años y la transferencia de tecnología o del conocimiento generado para poder fabricar y desarrollar el fármaco por otros laboratorios queda enteramente a discreción de la farmacéutica.
Mientras llegan los genéricos, ViiV se ha comprometido a vender el medicamento a precio de coste en los países que abarca el acuerdo, pero se desconoce el precio que va a poner. La referencia que tenemos es que en Estados Unidos el precio es de casi 22.000 euros anuales por persona. Según expertos, el fármaco no debería costar más de 50 dólares por paciente/año. Puedes leer el análisis que hicimos sobre este asunto en esta tribuna que escribimos para El País.
El acuerdo para hacer accesible la medicación preventiva del VIH deja fuera a un gran número de países de renta media, y a millones de personas que podrían beneficiarse del medicamento. Por @Saludporderecho https://t.co/hmGwCaiFsy
— ELPAÍS PlanetaFuturo (@Planeta_Futuro) August 2, 2022
Durante la Conferencia también ha sido importante el caso de Botsuana, que alcanzó el objetivo 95-95-95 de Naciones Unidas, o la nueva Alianza Mundial para Terminar con el VIH/SIDA en niños para 2030, liderada por ONUSDIA, Unicef, la OMS y gobiernos de algunos de los países más endémicos, con el objetivo de que, al final de la década, ningún menor de edad carezca de tratamiento para el VIH: hoy apenas un 52% de los niños que viven con VIH/Sida está en tratamiento, a diferencia del 76% de adultos. Entre los objetivos, también está la prevención, diagnóstico y tratamiento de las mujeres jóvenes y adolescentes, que sufren de manera desproporcionada el impacto del VIH y de las nuevas infecciones, especialmente en África.
Y es que la conferencia ha vuelto a corroborar la necesidad de poner a las personas más vulnerables en el centro de la respuesta para acabar con el VIH, y la importancia de las organizaciones de base comunitaria y del trabajo entre pares para responder a la pandemia y a las necesidades de las poblaciones clave: hombres que tienen sexo con otros hombres, población trans, trabajadores y trabajadoras sexuales, población indígena, usuarios de drogas inyectables y población reclusa, entre otros. En 2020, el 65% de las nuevas infecciones de todo el mundo tuvieron lugar entre estas poblaciones y sus parejas sexuales, una cifra que fuera de África subsahariana asciende al 93%.
Las nuevas estrategias mundiales sobre VIH, incluyendo las de ONUSIDA y las del Fondo Mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria han puesto a las comunidades y a las organizaciones en el centro de la respuesta. Sin embargo, el estigma y la criminalización existente en muchos países hacia aspectos relacionados con el VIH o, por ejemplo, las relaciones homosexuales, el trabajo sexual o el consumo de drogas, suponen una enorme barrera para integrar a las comunidades y a sus poblaciones en las respuestas nacionales al sida, especialmente donde más hace falta. Lo contamos todo en este reportaje que escribimos en eldiario.es.
La Conferencia Mundial de sida concluye con debates en todos los niveles políticos, sociales y científicos, pero con una gran preocupación: la lucha contra el VIH está en peligro y hace falta una acción urgente. En 2021, los recursos internacionales disponibles para el VIH fueron un 6% inferiores a los de 2010 y la respuesta al VIH en los países de bajos y medianos ingresos se sitúa en 8 mil millones de dólares por debajo de la cantidad necesaria para 2025. La comunidad internacional debe, más que nunca, revitalizar económicamente la batalla.
España debe formar parte de esa respuesta y atender las necesidades globales a través del Fondo Mundial que, de cara a la próxima Conferencia de Reposición de Fondos -que tendrá lugar en septiembre y será hospedada por los Estados Unidos- necesita recaudar 18.000 millones de dólares para luchar contra el sida y las otras pandemias durante los próximos tres años. España, que tras más de una década ausente volvió al Fondo Mundial en 2019 con 100 millones de euros, debe anunciar un desembolso de 180 millones, cumpliendo con el aumento de necesidades del organismo y acercándose al nivel de los países de su entorno.
Todavía es posible alcanzar el objetivo en 2030: de hecho, poner fin al sida como problema de salud pública costará mucho menos que no hacerlo.