El pasado 21 de mayo, varias instituciones gubernamentales y organizaciones internacionales, entre las que se encontraba el Fondo Mundial, la sociedad civil, el sector privado y algunas agencias, se reunieron en Barcelona para analizar la tendencia de las tres pandemias en la región del Mediterráneo, que cuenta con unos retos y desafíos particulares a la hora de enfrentar la lucha contra el SIDA, la malaria y la tuberculosis. Los aspectos culturales y sociales, pero sobre todo los marcos legislativos que rigen a los diferentes países que conforman MENA (Middle East and North Africa) son factores que dificultan a las poblaciones vulnerables el acceso a los servicios y programas de lucha contra el SIDA o la tuberculosis y que explican la creciente incidencia en algunos países. Según un informe regional elaborado por USAID en julio de 2013, algunas de las razones por las que MENA se ha convertido en una de las dos regiones con mayor crecimiento de estas tres epidemias, son el estigma y la discriminación, que hacen muy difícil el acceso a las poblaciones vulnerables por parte de las organizaciones de la sociedad civil. Según informó ONUSIDA, entre 1995 y 2008, tan sólo un 4% de los test de diagnóstico realizados en la región, se hicieron dentro de los grupos vulnerables.
Durante el encuentro “El Fondo Mundial de lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria y la Región del Mediterráneo” se presentó la realidad que enfrentan usuarios de drogas u hombres que tienen sexo con hombre en la región; la dificultad en el manejo de estas epidemias en países en conflicto, como es el caso de Siria, y cómo el Fondo Mundial está contribuyendo. Además, el momento era idóneo para recordar la falta de aportación de España en el Fondo Mundial al no haber pagado aún los 10 millones de euros con los que se había comprometido durante el año 2012. Francisco Quesada, Secretario Ejecutivo Adjunto del Gabinete de Cooperación y representante del Gobierno español en el encuentro, se refirió al canje de deuda como posible fórmula para reiniciar la contribución, asunto que aún estaría en fase exploratoria. También se puso de manifiesto la clara oportunidad que supone el Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF), que entrará en vigor durante el 2014 y cuyos fondos deberían ir destinados a programas de ayuda social y de lucha contra la pobreza, según reclaman la sociedad civil y muchos actores políticos. Especial mención merece el caso de Italia, que a pesar de haber sido fuertemente golpeado por la crisis, ha retomado sus compromisos con la organización internacional y ha anunciado su contribución de más de 135 millones de dólares durante el periodo 2014 – 2016.
Para conseguir un futuro en el que el SIDA, la malaria y la tuberculosis se conviertan en epidemias controladas, el Fondo Mundial seguirá jugando un papel crucial, por lo que el cumplimiento de los compromisos de los países donantes es imprescindible.
Teresa Salinas
Advocacy & Communication Officer