A menos de dos meses de que concluyan las negociaciones del Tratado de Pandemias en la Organización Mundial de la Salud, algunas propuestas siguen siendo objeto de intenso debate y negociación, especialmente las relacionadas con la transferencia de tecnología (Artículo 11) y el sistema de acceso y reparto de beneficios (PABS, Artículo 12).
La Unión Europea ha adoptado una postura crítica frente a algunas de estas propuestas, defendiendo mecanismos voluntarios para que la industria comparta tecnología y conocimiento durante las emergencias sanitarias, y oponiéndose a compromisos obligatorios que garanticen el acceso rápido a ese conocimiento y permitan ampliar la capacidad de producción de productos farmacéuticos.
En este análisis explicamos cómo esta postura es incoherente con otras posiciones y compromisos asumidos por la UE, donde ha apoyado medidas obligatorias y cómo tampoco se corresponde con los recursos destinados y el papel de los Estados de la Unión Europea en la innovación y desarrollo (I+D) de productos farmacéuticos para pandemias. Defendemos que la UE podría beneficiarse de un mecanismo que incorporara medidas obligatorias para la transferencia de tecnología y el reparto de productos farmacéuticos en futuras pandemias.
1. Europa ya apoya principios similares de no voluntariedad en otros foros
La discusión sobre si las medidas para favorecer la transferencia de tecnología durante una pandemia deben ser voluntarias u obligatorias ha sido un punto de tensión durante las negociaciones. La experiencia de la COVID-19 demostró que confiar exclusivamente en medidas voluntarias es ineficaz, Un ejemplo de ello es la falta de contribuciones a mecanismos como C-TAP. Expandir rápidamente la capacidad de producción a través de la transferencia tecnológica durante una emergencia es esencial para proteger la salud global. Esta expansión requiere una combinación de medidas voluntarias y obligatorias, como señala el Global Health Centre.
La falta de mecanismos ágiles para expandir la capacidad de producción de vacunas equivale a pérdidas de vidas y un aumento innecesario de los costos sanitarios. Existen medidas obligatorias, como las licencias obligatorias, que están amparadas por el derecho internacional (Acuerdo ADPIC) y han sido utilizadas por países de todos los niveles de ingresos, incluidos Estados miembros de la UE. Por ejemplo, Alemania y Hungría modificaron su legislación durante la pandemia para agilizar el otorgamiento de estas licencias.
La UE es plenamente consciente de la necesidad de este tipo de medidas en contextos de emergencia. Mientras en Ginebra se opone a incluirlas en el Tratado de Pandemias, en Bruselas se está negociando precisamente lo contrario, la obligatoriedad de compartir secretos comerciales para la aplicación efectiva de licencias obligatorias en la UE.
2. Europa no lidera la inversión en I+D de patógenos con potencial pandémico
Resulta difícil justificar la postura europea si se analiza quiénes financian la I+D en productos farmacéuticos para enfermedades con potencial pandémico. Según datos de G-FINDER, entre 2014 y 2023, la UE y sus Estados miembros fueron el segundo mayor financiador mundial de I+D, aunque con una inversión que representa apenas el 25% de la realizada por EEUU. Además, esta financiación está fuertemente concentrada: Alemania representa el 57% del total europeo, mientras que los fondos comunitarios suponen un 24%. En cuanto a la recepción de estos fondos, la mayoría de los países europeos se encuentran por debajo de la media anual mundial, salvo algunas excepciones como Alemania – en los años 2020, 2021 y 2023- y Francia en 2023.
Figura 1. Principales financiadores de I+D en patógenos prioritarios de la OMS
Figura 2. Principales países receptores de I+D en patógenos prioritarios para la OMS
Por poner un caso práctico, Europa no fue de las regiones más destacadas en el desarrollo de vacunas durante la COVID-19. De acuerdo con los datos de UNICEF, de las 27 vacunas que han recibido al menos una autorización regulatoria, tan solo una (la española HIPRA) fue desarrollada completamente en la UE. Tres vacunas fueron codesarrolladas junto con compañías terceros países (Comirnaty, de Pfizer y BioNTech, VidPrevtyn, de Sanofi y GSK y VLA-2001 de Valneva y Dynavax) y una más (Janssen, basada en Bélgica) fue desarrollada por una compañía cuya matriz se encuentra en un tercer país. De todas, solo Comirnaty, parcialmente desarrollada por la alemana BioNTech, tuvo una presencia global significativa durante la pandemia (vacunas con aprobación regulatoria y comercialización en más de un país).
3. Una distribución equitativa no implicaría un impacto negativo desproporcionado para la población europea, pero sí un gran impacto positivo para la salud global
Nuestra simulación muestra que con un sistema de redistribución del 20% de dosis producidas, los países de ingresos bajos podrían haber vacunado a toda su población con una dosis en 19 meses. Es necesario recordar que estos países tan solo accedieron a dosis suficientes para vacunar con una dosis al 60% de su población.
En el caso de los países de ingresos medios-bajos, esta redistribución habría permitido alcanzar dos dosis por persona en un plazo de dos años,una meta que nunca se logró en el periodo real analizado.
Por su parte, los países de ingresos altos habrían experimentado un retraso de apenas un mes en alcanzar la cobertura completa de una dosis y de cuatro meses para completar dos dosis por persona. Este retraso seguramente desaparecería mediante una estrategia de vacunación estacionada que priorizara a las poblaciones más vulnerables.
Para alcanzar una cobertura de una dosis en todos los países en tiempos similares (10-12 meses), sería necesaria una redistribución del 35% de las dosis mensuales
4. Conclusión
Proteger el derecho a la salud es una responsabilidad de los Estados, dentro y fuera de sus fronteras, y es uno de los principios que deberían guiar las negociaciones del Tratado de Pandemias. La oposición de la UE a aceptar medidas no voluntarias para mejorar el acceso equitativo a tecnología, conocimiento y productos farmacéuticos en futuras pandemias es negativa para la salud y la seguridad europea y global.
La pandemia de la COVID-19 evidenció la creciente descentralización y regionalización de la innovación farmacéutica global. Europa no fue de los principales polos de innovación de la pandemia. Aunque en conjunto es uno de los principales financiadores y receptores de financiación de I+D, gran parte de esta inversión se encuentra muy concentrada en un país, Estados Unidos. La UE tiene ahora dos caminos: mantener el statu quo, protegiendo los intereses de la industria farmacéutica a costa de la equidad en salud, o impulsar un cambio que fortalezca la seguridad sanitaria global, favoreciendo la colaboración y el acceso al conocimiento y a la tecnología.
INB Statement_ESP_GFoto portada: OMS